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La belleza es en sí misma peligrosa, conflictiva, para toda dictadura, porque implica un ámbito que va más allá de los límites en que esa dictadura somete a los seres humanos; es un territorio que se escapa al control de la policía política y donde, por tanto, no pueden reinar. Por eso a los dictadores les irrita y quieren de cualquier modo destruirla. La belleza bajo un sistema dictatorial es siempre disidente, porque toda dictadura es de por sí antiestética, grotesca; practicarla es para el dictador y sus agentes una actitud escapista o reaccionaria.

La diferencia entre el sistema comunista y el capitalista es que, aunque los dos nos dan una patada en el culo, en el comunista te la dan y tienes que aplaudir, y en el capitalista te la dan y uno puede gritar; yo vine aquí a gritar.

Uno de los casos de injusticia intelectual más conocidos de este siglo fue el de Jorges Luis Borges, a quien sistematicamente se le negó el Premio Nobel, sencillamente, por su actitud política. Borges es uno de los escritores latinoamericanos más importantes del siglo; tal vez el más importante; sin embargo, el Premio Nobel se lo dieron a Gabriela Garcia Marquez, pastiche de Faulkner, amigo personal de Castro y oportunista nato. Su obra, además de algunos méritos, está permeada por un populismo de baratija que no está a la altura de los grandes escritores que han muerto en el olvido o han sido postergados.

(Algunas reflexiones de Reinaldo Arenas, Antes que anochezca)