Rafael Nuñez

1. Son 25 cuadras. Tres kilómetros exactos marca mi auto. Estaciono y bajo.
¿Te lo cuido?
¿Cuánto me vas a cobrar? Porque voy y vuelvo.
Lo que tengas.
Bueno, dale. Veo que tenés mucho laburo.
Yo tengo esta cuadra nada más.
¿De noche también?
No, de día nomás.
¿Y hace cuánto que laburás acá?
Uf, mucho.
¿Tuviste problemas alguna vez?
Nunca. A mí la gente del barrio me conoce bien. En verano yo le cuido la casa a los del frente. Me dejan la llave de la reja, viste. Les prendo las luces, les corto el pasto.
¿Y nunca un robo?
Nunca. Piñas sí, viste, pero robos no. Estoy invicto.
Contame una.
Uh, a ver. La semana pasada, uno que estaba saliendo. Le hago señas de que espere, viste, y el boludo no me lleva el apunte. Una vieja que venía se lo comió. El tipo se bajó y me embocó a mí.
¿Y qué hiciste?
Nada, me tapé y salí corriendo.
¿Y qué fue lo máximo?
¿Lo qué?
Lo máximo, así, lo más groso.
Ah, al chico ese que apuñalaron, ¿te acordás? No me lo olvido más. Justo ese día me tocó a la noche. Se apoyó contra el capó de un auto, viste, y yo lo iluminé para correrlo, se agarraba la panza así, con las dos manos. Cuando me acerqué veo las tripas afuera. Lo aguanté hasta que vino la ambulancia. Después me enteré que sobrevivió. Tuvo suerte a pesar de todo, a pesar de que le abrieron la panza con una botella.

2. Fue en esta esquina, estoy seguro, acá nos sentamos a tomar un helado. Sí, en esta pirca. Ella pidió un cucurucho, frutilla y tramontana. Yo dulce de leche. La avenida estaba cortada para una maratón y me resultaba extraño verla vacía, sin autos. En un momento ella me pidió que le sostuviera el helado y se sentó en el medio de la calle, con las rodillas cruzadas, el pelo sobre los hombros. Así la recuerdo: mirando el sol con los ojos entreabiertos. Yo tenía 12 años, me acuerdo, y quería ser mayor, pensando que la gente mayor se animaba a decir las cosas que los chicos no.
Disculpe señora, estoy buscando una heladería por acá cerca.
No, m´hijo.
¿Cómo que no? Había una. Tenía un jardín con flores, asientos de madera.
Pero eso fue hace mucho.
¿En serio? ¿Tan viejo estoy?
No, querido, ahora las cosas envejecen más rápido, es todo.

3. La subida es lo más pesado. La estatua del General Paz que siempre confundía con San Martín acecha la ciudad. Una vez fuimos al parque con dos suizos. Hablaban chileno porque habían aprendido castellano en Santiago y decían polola en lugar de novia, al tiro en vez de al toque. Compramos un cajón de cervezas y llevamos una guitarra y aquella noche conocimos el corazón del parque. Mientras charlábamos y cantábamos, de pronto, escuchamos un estruendo. Fuimos a ver. En medio de la avenida encontramos un auto tumbado. Había un hombre sentado en la vereda, una gota de sangre le caía por la frente y le cruzaba la cara. Me acerqué y le pregunté si estaba bien. Me dijo que sí. Que se distrajo pero que ahora estaba bien. Tenés un cigarrillo, me preguntó.

4. Hace calor a la siesta. La avenida respira el aliento de los hinchas. Colectivos repletos, banderas albiazules, bocinazos. Busco un kiosco de diarios.
¿Cuánto es?
Cinco pesito, jefe.
¿Otra vez subió?
Y el papel, jefe.
La revista también. Le puedo hacer una pregunta. ¿Hace cuánto que trabaja acá?
Sabe los años que tengo yo acá.
¿Y qué fue lo más extraño que vio?
Accidentes, pibes muy golpeados. El lunes una camioneta chocó contra ese poste, ese que tenés atrás, y decí nomás que sino, me quedaba sin laburo.

5. La primera cerveza la tomamos en la Rafael Núñez. Caminábamos de noche por la avenida. Desde el nudo vial, más o menos, que entonces no existía −nuestra única referencia era Neverland− y de ahí a La Precedo. Cortamos naranjas de un árbol y Franco y Guillermo se cruzaron al otro lado e hicieron el primer disparo. Lo naranjazos me pasaron cerca. Pero al ratito empezamos a correr. Un patrullero pasó con las luces encendidas y nos siguió un par de cuadras o eso pensamos nosotros, que nos buscaban, y por eso nos escondimos; aunque después aparecimos en la Victorino Rodríguez y vimos las corridas. Un policía con la pistola levantada disparó dos tiros al aire. Las patotas se dispersaron. Los que estaban trenzados en el piso se separaron. Uno de seguridad alcanzó a tomar a un chico del brazo y éste le metió un tortazo que lo tiró al piso. Después lo frenaron y se lo llevaron de los pelos. Aquella noche no entramos a La Pepa. Nos quedamos en un kiosco y compramos nuestra primera cerveza.

6.

Un cortado, por favor.
¿Chico o en jarrito?
Jarrito.
Muchas gracias. ¿Y, qué me dice?
Ganamos seguro.
Mire que no juega el pibe nuevo ese, ¿cómo se llama?
Salmeron. No importa, ganamos igual.
Quedamos punteros, ¿no?
A dos puntos.
Che, qué quilombo este de los bancos.
Y era lógico, tarde o temprano tenía que explotar.
Bueno, no sé si para tanto.
Es así, viejo. Lo peor es que la vamos a pagar siempre los mismos.
Tengo una pregunta para usted, a ver si la saca. ¿Quién fue Rafael Núñez?
Ah, me mataste. Un pintor, creo.

7. El agua recorre los cordones empedrados. Una señora baldea la vereda de una casona que ahora funciona como clínica. La Rafael Núñez también podría ser un río. Salimos del video club y la tormenta no paraba. Decidimos volver igual, como fuera. Había dos taxis estacionados en el súper, ambos nos hicieron negativas con las manos. Caminamos por los canteros, con los zapatos colgando y los pantalones arremangados. No éramos los únicos a los que el agua había sorprendido. Debajo del video club, en el estacionamiento, un tipo intentaba encender su coche pero el agua ya le llegaba hasta la puerta, le había tapado el caño de escape. Se cortó la luz y quedamos a oscuras en la avenida más iluminada de Córdoba. Nos metimos en una cabina del colectivo para taparnos del viento. El agua nos cubría los tobillos.

8. Vuelvo al auto. Fueron 25 cuadras, no sé si tres kilómetros. Busco el frente de la radio debajo del asiento y lo pongo. Con las manos al volante, los dedos arriba, abajo, antes de encender el auto miro por el retrovisor.
Ya me iba, eh.
Pero si estaba allá.
Es chiste. Tomá.
Gracias, loco. Salí tranquilo que no viene nadie.
Che, ¿y nunca lo volviste a ver al tarado ese que te clavó?
Todavía no. Pero dejalo que se aparezca, ya va ver ese culiado.


(Publicado en la revista Matices, noviembre, 2008)

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy bueno, pana. Un par de historias me suenan familiares. Abrazo de gol del pupi salmerón

f i c o dijo...

Sí Rafael supiera cuánto nos emborrachamos en la avenida que lleva su nombre, se sentiría extrañamente orgulloso. Lindas historias, que son las de todos los que nos críamos recorriéndola de punta a punta, cruzándola, nombrándola para indicar una dirección.

Unknown dijo...

es esa clase de texto que me quedan pegados en la retina
y me obligan a viajar
a querer viajar
a conocer
a tener auto
a tener plata para comprar el diario y a tener ganas de preguntar
¿cuánto hace que trabaja acá?

con mi cara
si en baires pregunto eso
sacan la papeleta y me dicen:
"no, maestro, yo estoy en regla con el AFIP"


córdoba la linda

qué bárbaro

abz, culio

Javier Quintá - Ciudad de Córdoba- Argentina dijo...

$ hace unos días un amigo me dijo que él conocía al tipo que, supuestamente, yo había entrevistado, el cuida coches. y me preguntó si tenía pelo ruludo y si era medio gordito. le dije que sí, sin importarme demasiado. los naranjazos son tuyos N. es tu voz, un lunes por la mañana antes de entrar al aula, cagados de frío.

$$ creo que sí, que en el fondo, a rafael nuñez le hubiera gustado conocer tantos borrachos. o no. a lo mejor si rafael nuñez viviera nos hubiera llevado a todos presos. se me hace medio facho, no sé. Gracias, fico.

$$$ funes, hermano. todo sea por llevarte a dar una vuelta por córdoba. si un tipo como vos me pregunta hace cuánto que trabajas acá. por lo buen tipo, de una que pienso que venís en representación de los compañeros para darnos una mano contra los abusos de la patronal.